miércoles, 21 de agosto de 2013

El Bar de los Trastornados

Levanto la cabeza de el vaso que estoy limpiando, al oír abrirse la puerta. Por ella entra Antonio,  a la misma hora que todos los días. Puedo comprobar ya desde esta distacia, que este no es el primer bar que visita hoy. Tiene los mofletes colorados y una sonrisa tonta en la cara. Dejas su sombrero y su abrigo empapados en el perchero y se acerca a la barra agarrando feliz un billete de 1 libra.
-          Camaa..rero, hip.
-          Digame caballero.
-          Póngaaa..me, hip, un… ¡whisky!
-          Ahora mismo señor.
Mientras busco el whisky, me apeno por el pobre hombre, que ni siquiera recuerda su nombre, mientras que yo un humilde camarero, sé hasta su historia.
Antonio, aunque él no lo recuerda es millonario, hace todos los días una ruta de bares en la que roba paraguas y los vende por una libra. Todos los días llega un hombre que me paga el dinero de sus copas y pone paraguas en el paragüero.  Cuando llueve su truco funciona a la perfección, el problema es cuando hace sol, que la gente no quiere los paraguas, por lo que siempre hay unos hombres (contratados por su secretaria) que los aceptaban aun haciendo un calor que derrite bombones . La gente al escuchar esta historia pensará que está loco, y en cierto modo es cierto ya que su locura se debe al amor. Se casó muy joven con una chica de nombre Julieta, estaba perdidamente enamorado de ella, al igual que ella de él. Pasaron años muy felices, hasta que cuando intentaron tener un bebé, descubrieron el gran problema que les cambiaría la vida a ambos: Julieta tenía un tumor en el útero, que los médicos no sabían identificar con exactitud. Antonio no se preocupó ya que estaba seguro de que con todo el dinero que poseía encontraría un médico que salvara a Julieta. Los meses pasaban y ella empeoraba, nadie encontraba una cura, Antonio iba todos los días a visitarla al hospital. Hasta que un triste día 15 de septiembre, encontró una nota en la cama de su habitación vacía:
“Cariño, intenté esperarte, pero no llegabas y no quería que me recordarás en mi peor momento. Después de esto pensarás que la vida es cruel, pero no quiero que te hundas, ahora tienes una promesa que cumplir: Que vivirás por los dos
 Te quiere, hoy y siempre
Tu Julieta
Antonio intentó cumplir su promesa, pero la pena ganó la batalla. Se sumió en tal tristeza que comenzó a beber y a sufrir pérdidas de memoria. Lo único que lo hacía feliz era robar paraguas y conseguir dinero para whisky, era tal su obsesión que al finalizar el día, iba tan borracho que no  recordaba nada. Yo no entendía por qué robar paraguas para beber whisky, pero su secretaria me explicó un día que la película favorita de Julieta era Cantando bajo la lluvia y que siempre la veían agarrados de la mano mientras bebían de la misma copa de whisky. Desde ese día  intento ayudarle ofreciéndole otra bebida o hablándole sobre cosas sin importancia, pero el pobre hombre aún no lo ha superado, me doy cuenta al oírle tararear “I´m singing in the rain…
Levanto la cabeza y salgo de mis pensamientos al oir abrirse la puerta, por ella entra la Señora Joaquina. Como todos los días,  abre la puerta poniendo una toallita sobre el picaporte,  la cierra, coloca el cartel de abierto recto y también el felpudo, ordena todos los abrigos y finamente se acerca con paso pesaroso hacia la barra.
De esta mujer no sé mucho, únicamente que nunca superó la muerte de su hijo Gustavo, hace muchos años y que desde entonces cada vez que ve algo de polvo blanco, piensa que es droga y tiene que limpiarlo de la forma que sea, si no lo hace empieza a respirar con dificultad y se agobia, de ahí derivó a un trastorno obsesivo compulsivo, por el que tuvo que mudarse a Londres, para poder tratarse.
-Camarero, hágame el favor de ponerme lo de siempre.
-Por supuesto Doña Joaquina.                                 
-Un segundo, antes de que se vaya, acérquese – me acerco intrigado y divertido observo como me coloca recta la pajarita.
-Perdone señora, veo rídiculo lo que está haciendo- dice Antonio, con cara seria, puedo comprobar que no se ha bebido el whisky y que está sobrio.
-Pues si le digo la verdad caballero, yo también veo ridículo  que todos los días robe los paraguas, ya se ha llevado el mío más de una vez- le contesta Joaquina sin cambiar su semblante.
- Esta es la primera vez que vengo a este bar, quizá la segunda, y me llevo los paraguas porque me recuerdan a un ser querido- responde él tristemente.
-Pues quizás a mí ordenar todo, también me recuerde a alguien querido.
-Tiene usted razón discúlpeme señora-le dijo Antonio con una sonrisa.
-No tiene importancia- dice, colorada- Si quiere para perdonar su osadía podría invitarme a una copa en el siguiente bar que vaya a visitar.
- Faltaría más, si me acompaña- dijo levantándose de la silla.
Se alejaron hacia la puerta y sorprendido comprobé que era la primera vez que Antonio no se bebía su bebida y que además había dejado la libra en la barra. Y aun más asombrado me fije en que Joaquina había abierto la puerta sin necesidad de usar un papel. Con una sonrisa en la cara vi como se alejaban por las empapadas calles de Londres.

Una mota de polvo blanco

Me llamo Gustavo, mis amigos me llaman Gus, me creía fuerte, no, fuerte no, el más fuerte, pero no , no te engañes, ella siempre es más fuerte, está ahí, en una parte de tu cerebro y aunque intentes de mil maneras no escucharla, es  imposible, al final siempre puede contigo.
Mucha gente piensa que no lo intenté, pero no es así intenté poder con ella en las dos clínicas en las que estuve, pero esa voz que tengo dentro me decía que no era lo correcto, que esos médicos no buscaban mi bien.  En los momentos de lucidez yo sabía que eso no era cierto, pero ella volvía de nuevo y me hacía escaparme de esos lugares. Por todo esto hoy escribo esta carta, y espero que le sirva a alguien que está en la misma situación pero que esté a tiempo de cambiar, yo ya sé que yo no puedo escapar, por ello voy a hacer lo único que sé que puede acallar la voz de mi cerebro. Espero que la persona que está leyendo esta carta, sepa que está jodiendo su vida, y que después de las primeras dosis ya no hay vuelta a atrás.
Todo comenzó una tarde en la peña, estábamos todos sentados en los sofás desgastados, que habíamos cogido de la  basura, cuando llegó Isma con una gran sonrisa en la cara.
-Tíos, he conseguido la mercancía, casi me pilla la pasma, pero la tengo- dice mientras se ríe histéricamente.
-¿De qué hablas, idiota?- pregunté desconcertado.
-La heroína, tío, la heroína
-¡Qué diablos! Entonces me marcho que ya sabéis que no me gustan esas chorradas
-Tú lo que eres, es un cobarde-dijo mi amigo David- ¿A  qué no hay huevos de meterte una raya?
-¿Qué no hay huevos? Trae para acá esa mierda, que te voy a callar la boca.- con los labios apretados me introduje la aguja por la piel, y cuando la droga penetró en mi interior, sentí tal felicidad, que solté un suspiro de alivio, como si algo que echaba mucho de menos, me hubiera sido devuelto. No era como cuando fumaba un porro, era mucho mejor.
Al principio sólo eran pequeñas dosis, algo sin importancia, utilizaba mis ahorrillos y me comportaba de forma  normal, nadie notó nada. Pero esa voz empezó a penetrar en mi interior sin que yo me diera cuenta, perdía la concentración en el instituto, me encerraba en mi cuarto, gritaba a mis padres, sólo pensaba en la hora de salir de casa y meterme otra dosis. El único islote que me mantenía a flote en ese gran océano, era mi hermano; antes también estaba mi novia Maite, que confiaba en mí y que me intentó ayudar a salir pero cuando se dio cuenta que no tenía remedio, me abandonó. Esa fue una de las causas por las que también empecé a beber, ya que con la heroína no me eran suficiente para dejar la mente en blanco y no traerla  a la memoria.
Hubo un momento en el que me quedé sin dinero, tuve la suerte o la desgracia de que mi madre puso un anuncio en el periódico para encontrarme, ya que llevaba días sin aparecer por casa. Fingimos, Isma y yo, que me encontraría en una dirección a cambio de dinero, pero era una dirección falsa. Pero ese dinero se acabó, por lo que convencí a mi hermano para traerme más, hasta le hice robar las joyas de mi abuela. Cuando realmente me di cuenta de en lo que se estaba convirtiendo mi vida fue el día que mi hermano me dijo que no me iba a traer más dinero y lo golpee´, con toda mi rabia con toda mi frustración. Eso es algo que no perdonaré jamás.
 Días después intenté volver a entrar en mi casa para buscar más dinero, pero descubrí que habían cambiado la cerradura, que ya se habían hartado de intentar ayudarme. Esa misma noche mi amigo Isma murió de una sobredosis.
Por eso hoy he decido que me voy a tirar a la vía de tren, no hay otra forma de acallar la voz de mi cerebro, ya que prefiero morir yo,con mi propia voluntad, a que me maté ella.
Que te vaya mejor que a mí, querido desconocido, sé que aún puedes cambiar.
                                                                                Una mota de polvo blanco,
                                                                                 en este gran universo.

Dejé la carta sobre una mesa, cogí la mochila y marché hacia las vías del tren. Tenía planeado ayudar a alguien más antes de tirarme. Me coloqué en la pared del puente y con un spray escribí un mensaje, me temblaba el pulso pero no me importaba:
        “¿Estás seguro de qué quieres desperdiciar tu vida de esta manera?”
Cuando acabé, me subí al bordillo con dificultad, cerré los ojos y esperé. Cuando oí que se acercaba el tren, simplemente imaginé que era un pájaro, que era libre y me tiré. Simplemente todo se volvió negro.



No hacen falta palabras


martes, 20 de agosto de 2013

¿Qué pasa cuando se abrazan el Amor y la Muerte?

¿Se muere el amor?

¿o se enamora la muerte?

Tal vez la muerte moriría enamorada,

y el amor amaría hasta la muerte.