miércoles, 19 de febrero de 2014
domingo, 1 de septiembre de 2013
miércoles, 21 de agosto de 2013
El Bar de los Trastornados
Levanto la cabeza de el vaso que estoy limpiando, al oír
abrirse la puerta. Por ella entra Antonio,
a la misma hora que todos los días. Puedo comprobar ya desde esta
distacia, que este no es el primer bar que visita hoy. Tiene los mofletes
colorados y una sonrisa tonta en la cara. Dejas su sombrero y su abrigo
empapados en el perchero y se acerca a la barra agarrando feliz un billete de 1
libra.
-
Camaa..rero, hip.
-
Digame caballero.
-
Póngaaa..me, hip, un… ¡whisky!
-
Ahora mismo señor.
Mientras busco el whisky, me apeno por el pobre hombre, que
ni siquiera recuerda su nombre, mientras que yo un humilde camarero, sé hasta
su historia.
Antonio, aunque él no lo recuerda es millonario, hace todos
los días una ruta de bares en la que roba paraguas y los vende por una libra.
Todos los días llega un hombre que me paga el dinero de sus copas y pone
paraguas en el paragüero. Cuando llueve
su truco funciona a la perfección, el problema es cuando hace sol, que la gente
no quiere los paraguas, por lo que siempre hay unos hombres (contratados por su
secretaria) que los aceptaban aun haciendo un calor que derrite bombones . La
gente al escuchar esta historia pensará que está loco, y en cierto modo es
cierto ya que su locura se debe al amor. Se casó muy joven con una chica de
nombre Julieta, estaba perdidamente enamorado de ella, al igual que ella de él.
Pasaron años muy felices, hasta que cuando intentaron tener un bebé,
descubrieron el gran problema que les cambiaría la vida a ambos: Julieta tenía
un tumor en el útero, que los médicos no sabían identificar con exactitud.
Antonio no se preocupó ya que estaba seguro de que con todo el dinero que
poseía encontraría un médico que salvara a Julieta. Los meses pasaban y ella
empeoraba, nadie encontraba una cura, Antonio iba todos los días a visitarla al
hospital. Hasta que un triste día 15 de septiembre, encontró una nota en la
cama de su habitación vacía:
“Cariño, intenté esperarte, pero no llegabas y no quería que
me recordarás en mi peor momento. Después de esto pensarás que la vida es
cruel, pero no quiero que te hundas, ahora tienes una promesa que cumplir: Que
vivirás por los dos
Te quiere, hoy y siempre
Tu Julieta
Antonio intentó cumplir su promesa, pero la pena ganó la
batalla. Se sumió en tal tristeza que comenzó a beber y a sufrir pérdidas de
memoria. Lo único que lo hacía feliz era robar paraguas y conseguir dinero para
whisky, era tal su obsesión que al finalizar el día, iba tan borracho que
no recordaba nada. Yo no entendía por
qué robar paraguas para beber whisky, pero su secretaria me explicó un día que
la película favorita de Julieta era Cantando bajo la lluvia y que siempre la
veían agarrados de la mano mientras bebían de la misma copa de whisky. Desde
ese día intento ayudarle ofreciéndole otra
bebida o hablándole sobre cosas sin importancia, pero el pobre hombre aún no lo
ha superado, me doy cuenta al oírle tararear “I´m singing in the rain…
Levanto la cabeza y salgo de mis pensamientos al oir abrirse
la puerta, por ella entra la Señora Joaquina. Como todos los días, abre la puerta poniendo una toallita sobre el
picaporte, la cierra, coloca el cartel
de abierto recto y también el felpudo, ordena todos los abrigos y finamente se
acerca con paso pesaroso hacia la barra.
De esta mujer no sé mucho, únicamente que nunca superó la
muerte de su hijo Gustavo, hace muchos años y que desde entonces cada vez que
ve algo de polvo blanco, piensa que es droga y tiene que limpiarlo de la forma
que sea, si no lo hace empieza a respirar con dificultad y se agobia, de ahí
derivó a un trastorno obsesivo compulsivo, por el que tuvo que mudarse a
Londres, para poder tratarse.
-Camarero, hágame el favor de ponerme lo de siempre.
-Por supuesto Doña
Joaquina.
-Un segundo, antes de que se vaya, acérquese – me acerco
intrigado y divertido observo como me coloca recta la pajarita.
-Perdone señora, veo rídiculo lo que está haciendo- dice
Antonio, con cara seria, puedo comprobar que no se ha bebido el whisky y que
está sobrio.
-Pues si le digo la verdad caballero, yo también veo
ridículo que todos los días robe los
paraguas, ya se ha llevado el mío más de una vez- le contesta Joaquina sin
cambiar su semblante.
- Esta es la primera vez que vengo a este bar, quizá la
segunda, y me llevo los paraguas porque me recuerdan a un ser querido- responde
él tristemente.
-Pues quizás a mí ordenar todo, también me recuerde a
alguien querido.
-Tiene usted razón discúlpeme señora-le dijo Antonio con una
sonrisa.
-No tiene importancia- dice, colorada- Si quiere para
perdonar su osadía podría invitarme a una copa en el siguiente bar que vaya a
visitar.
- Faltaría más, si me acompaña- dijo levantándose de la
silla.
Se alejaron hacia la puerta y sorprendido comprobé que era
la primera vez que Antonio no se bebía su bebida y que además había dejado la
libra en la barra. Y aun más asombrado me fije en que Joaquina había abierto la
puerta sin necesidad de usar un papel. Con una sonrisa en la cara vi como se
alejaban por las empapadas calles de Londres.
Una mota de polvo blanco
Me llamo Gustavo, mis amigos me llaman Gus, me creía fuerte,
no, fuerte no, el más fuerte, pero no , no te engañes, ella siempre es más
fuerte, está ahí, en una parte de tu cerebro y aunque intentes de mil maneras
no escucharla, es imposible, al final
siempre puede contigo.
Mucha gente piensa que no lo intenté, pero no es así intenté
poder con ella en las dos clínicas en las que estuve, pero esa voz que tengo
dentro me decía que no era lo correcto, que esos médicos no buscaban mi
bien. En los momentos de lucidez yo
sabía que eso no era cierto, pero ella volvía de nuevo y me hacía escaparme de
esos lugares. Por todo esto hoy escribo esta carta, y espero que le sirva a
alguien que está en la misma situación pero que esté a tiempo de cambiar, yo ya
sé que yo no puedo escapar, por ello voy a hacer lo único que sé que puede
acallar la voz de mi cerebro. Espero que la persona que está leyendo esta
carta, sepa que está jodiendo su vida, y que después de las primeras dosis ya
no hay vuelta a atrás.
Todo comenzó una tarde en la peña, estábamos todos sentados
en los sofás desgastados, que habíamos cogido de la basura, cuando llegó Isma con una gran
sonrisa en la cara.
-Tíos, he conseguido la mercancía, casi me pilla la pasma,
pero la tengo- dice mientras se ríe histéricamente.
-¿De qué hablas, idiota?- pregunté desconcertado.
-La heroína, tío, la heroína
-¡Qué diablos! Entonces me marcho que ya sabéis que no me
gustan esas chorradas
-Tú lo que eres, es un cobarde-dijo mi amigo David- ¿A qué no hay huevos de meterte una raya?
-¿Qué no hay huevos? Trae para acá esa mierda, que te voy a
callar la boca.- con los labios apretados me introduje la aguja por la piel, y
cuando la droga penetró en mi interior, sentí tal felicidad, que solté un
suspiro de alivio, como si algo que echaba mucho de menos, me hubiera sido
devuelto. No era como cuando fumaba un porro, era mucho mejor.
Al principio sólo eran pequeñas dosis, algo sin importancia,
utilizaba mis ahorrillos y me comportaba de forma normal, nadie notó nada. Pero esa voz empezó
a penetrar en mi interior sin que yo me diera cuenta, perdía la concentración
en el instituto, me encerraba en mi cuarto, gritaba a mis padres, sólo pensaba
en la hora de salir de casa y meterme otra dosis. El único islote que me
mantenía a flote en ese gran océano, era mi hermano; antes también estaba mi
novia Maite, que confiaba en mí y que me intentó ayudar a salir pero cuando se
dio cuenta que no tenía remedio, me abandonó. Esa fue una de las causas por las
que también empecé a beber, ya que con la heroína no me eran suficiente para
dejar la mente en blanco y no traerla a
la memoria.
Hubo un momento en el que me quedé sin dinero, tuve la
suerte o la desgracia de que mi madre puso un anuncio en el periódico para
encontrarme, ya que llevaba días sin aparecer por casa. Fingimos, Isma y yo,
que me encontraría en una dirección a cambio de dinero, pero era una dirección
falsa. Pero ese dinero se acabó, por lo que convencí a mi hermano para traerme
más, hasta le hice robar las joyas de mi abuela. Cuando realmente me di cuenta
de en lo que se estaba convirtiendo mi vida fue el día que mi hermano me dijo
que no me iba a traer más dinero y lo golpee´, con toda mi rabia con toda mi
frustración. Eso es algo que no perdonaré jamás.
Días después intenté
volver a entrar en mi casa para buscar más dinero, pero descubrí que habían
cambiado la cerradura, que ya se habían hartado de intentar ayudarme. Esa misma
noche mi amigo Isma murió de una sobredosis.
Por eso hoy he decido que me voy a tirar a la vía de tren,
no hay otra forma de acallar la voz de mi cerebro, ya que prefiero morir yo,con
mi propia voluntad, a que me maté ella.
Que te vaya mejor que a mí, querido desconocido, sé que aún
puedes cambiar.
Una mota de polvo blanco,
en este gran
universo.
Dejé la carta sobre una mesa, cogí la mochila y marché hacia
las vías del tren. Tenía planeado ayudar a alguien más antes de tirarme. Me
coloqué en la pared del puente y con un spray escribí un mensaje, me temblaba
el pulso pero no me importaba:
“¿Estás seguro de qué quieres desperdiciar tu vida de esta manera?”
Cuando acabé, me subí al bordillo con dificultad, cerré los
ojos y esperé. Cuando oí que se acercaba el tren, simplemente imaginé que era
un pájaro, que era libre y me tiré. Simplemente todo se volvió negro.
martes, 20 de agosto de 2013
¿Qué pasa cuando se abrazan el Amor y la Muerte?
¿o se enamora la muerte?
Tal vez la muerte moriría enamorada,
y el amor amaría hasta la muerte.
sábado, 16 de febrero de 2013
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